Cultura

La adicta

Anne Sexton vivió una continua partida contra su trastorno mental como refleja en el poema "La adicta" en el que usa el tenis como símil.

Anne Sexton y el símil entre las pastillas y el tenis

Anne Sexton vivía un partido día a día desde que en 1954 se le diagnosticara depresión postparto. Tras varios intentos de suicido y continuos ingresos en el hospital, su médico le alentó a inscribirse en un taller de poesía que sirvió para estimular un talento oculto detrás una mente incontrolable. Sus poemas recibieron el reconocimiento de New Yorker, Harper’s Magazine o Saturday Review, prestigiosas publicaciones que la ayudaron a labrarse una carrera como poeta y ejercer como profesora titular de la Universidad de Boston.

El carácter rebelde de Anne Sexton le hizo escribir sobre temas tabú tales como la menstruación, el aborto y la drogadicción, algo que hasta el momento no había sido tratado de una manera tan autorreflexiva y explícita. También trató las relaciones entre madre e hija como reflejó en el poema The Double Image a su vez inspirado en otro anterior que escribió y titulado Heart’s Needle. Esta temática le sirvió para ganar el Premio Pulitzer en 1967 por Live or Die, una colección de poemas escritos entre 1962 y 1966 en el que trata las relaciones conflictivas de Sexton con su madre, sus hijas y su lucha con la enfermedad mental.

Durante su periplo por los talleres conoció a las poetisas Maxine Kumin, de la que no se separó hasta el final de su vida y con la que escribió cuatro libros infantiles, y a Sylvia Plath en 1959 en un taller de poesía impartido por Robert Lowell en el Hotel Ritz de Boston. Cada noche después del taller, Sexton y Plath charlaban, compartían confesiones y martinis extra secos acompañados de cigarrillos en el lujoso hotel. Ambas se convirtieron en referentes de la poesía confesional e introdujeron el tenis entre sus poemas, Sexton con La Adicta y Plath en 18 de abril. También compartieron un trágico final.

El 4 de octubre de 1974 Sexton almorzó con Maxine Kumin para revisar las galeradas del manuscrito de El horrible remar hacia Dios. Cuando volvió a casa se puso el abrigo de piel de su madre, se quitó sus anillos, se sirvió un vaso con vodka. A continuación entró en su garaje, se introdujo en el coche, encendió el motor y acabó perdiendo el partido de su vida.


Traficante de sueño,
traficante de muerte,
con cápsulas en las palmas cada noche,
ocho a la vez, provenientes de dulces frascos
farmacéuticas
hago arreglos para el pequeño viaje.
Soy la reina de esta condición.
Soy una experta haciendo el viaje
y ahora dicen que soy una adicta.
Ahora me preguntan por qué.
¡POR QUÉ!

¡Es que acaso no saben que prometí morir!
Estoy conservando la práctica
Estoy simplemente manteniéndome en forma.
Las pastillas son como una madre, pero mejor,
de todos los colores y tan buenas como caramelos agrios.
Estoy a dieta de muerte.

Si, lo admito
Se ha convertido en una especie de hábito—
aspirar ocho a la vez, golpeando el ojo,
llevada lejos por las rosas, las naranjas,
las verdes y las blancas buenasnoches.
Me estoy convirtiendo en una especie de mezcla
química.
¡Eso es!

Mi provisión
de pastillas
tiene que durar por años y años.
Me gustan más de lo que me gusto.
Es una especie de matrimonio.
Es una especie de guerra donde siembro bombas
dentro de mí misma

Sí.
Intento
matarme en pequeñas cantidades,
una ocupación inocua.
La verdad, estoy obsesionada con ello.
Pero recuerda que no hago demasiado ruido
y, francamente, nadie ha tenido que arrastrarme
y no me quedo ahí parada en mi mortaja.
Soy un pequeño botón de oro¹ en mi camisón amarillo
comiéndome mis ocho hogazas en fila
y en cierto orden, como en
la imposición de manos
o el sacramento negro.

Es una ceremonia
pero como cualquier otro deporte
está llena de reglas.
Es como un partido de tenis musical
en el que mi boca sigue atrapando la pelota.
Luego me acuesto en mi altar
elevado por ocho besos químicos.

Qué entrega es esta
con dos rosas, dos naranjas,
dos verdes, dos blancas buenasnoches.
Fee-fi-fo-fum,
Ahora estoy tomada.
Ahora estoy adormecida.

Anne Sexton

Fotografía | Handcout


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