Deporte

Los defensas rotos

La exhibición de Ricardo Kaká contra el Manchester United en "el teatro de los sueños" que le erigió como Balón de Oro.

Día onírico de Kaká en Old Trafford

Es abril, suena la famosa música que todos cantan y cuya letra nadie en su sano juicio realmente conoce. Esa noche en Manchester no había oídos para los Oasis, Happy Mondays o Joy Division, ni ojos para otro lugar que no sea Old Trafford, el teatro donde por aquel entonces aún el aficionado soñaba. Salen rotulados los nombres de los protagonistas en el tan clásico como errático orden dispuesto por la Uefa. En el United forman de inicio jugadores como Brown y O’Shea en defensa, Fletcher en mediocampo. Por su parte, el Milan, pantalón negro y camiseta blanca, ambos salpicados por detalles rojos, presenta en su once inicial jugadores como el checo Jankulovski y Massimo Oddo en los carriles, Gilardino en punta. Compartiendo césped con todos ellos, detalle sin importancia, jugadores como Maldini, Pirlo, Cristiano Ronaldo o Wayne Rooney. Pero la noche pertenece a uno sobre todos ellos, pertenece a Ricardo Izecson dos Santos Leite, mas conocido como Kaká.

Será un encuentro con cinco goles anotados y ganado por el Manchester United, si bien todos sabemos que la gloria final de esa edición de la Liga de Campeones se la llevaran los rossoneros en Atenas. Pero esa noche, fue como si los operarios del estadio pusieran los focos en la función de seguir al genio brasileño. Artístico como un restaurante estrella Michelin y productivo como un McDonald’s, todo pasaba por sus botas con una sutileza destructiva. Un control de espaldas con el pecho por aquí, una apertura de banda por allá, arrancada por el centro, disparo lejano, gol cruzando el cuero del primer palo al segundo… Pero el momento que todos recordamos viene justo después. Fletcher y Heinze disputan el balón con el brasileño. Toque de cabeza hacia delante, adiós escocés, sombrero al argentino por derecha y que viene Evra al auxilio, pues toque sutil de cabeza que hace al francés arrollar a Heinze, y el disparo raso e indescifrable para Edwin Van der Sar.

Kaká festeja brazos en alto, desconocedor en ese momento de que meses después con ellos sostendrá tanto una orejona como un Balón de Oro que acababan de empezar a forjarse con el recuerdo que dejará el segundo gol anotado esa noche en la memoria de los aficionados.

Fotografía | Andrew Yates

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