Versos para el béisbol cubano
Pío tai es la contracción la de la cubanización “pido time”, algo así como pido tiempo, una terminología muy común en el béisbol y que utilizó Roberto Fernández Retamar para titular un poema dedicado a este deporte. El poeta, narrador y ensayista cubano utilizó la actividad deportiva más representativa de su país para plasmar con belleza unos versos en los que homenajea a los jugadores que se desempeñan sobre el terreno de juego con sus bates, guantes y pelotas. El poema es una declaración de afecto a una generación de jugadores que cuando fue escrito por Retamar todavía vivían o permanecían en Cuba. Leyendas como Martín Dihigo, Miguel Ángel González, Natilla Jiménez, Conrado Marrero y buenos peloteros como Gilberto Torres, Sagüita Hernández o Silvio García, formidable torpedero que no fue el primer negro en jugar Grandes Ligas porque no estaba dispuesto a ser humillado por el color de su piel. La composición tiene tintes nostálgicos de la niñez y juventud de Fernández Retamar, y llama la atención la evocación comparativa que hace al final comparando a sus ídolos deportivos con clásicos del arte y la literatura. Fue publicado en la revista Cuba en 1966, dentro de un número monográfico sobre la pelota, y en el libro A quien pueda interesar y versa de la siguiente manera:
Compañeros: que antes de comenzar, nuestro primer recuerdo
Sea para Quilla Valdés, Mosquito Ordeñana, el Guajiro Marrero,
Cocaína García, La Montaña Guantanamera, Roberto Ortiz, Natilla
(Desde luego), el jiquí Moreno de la bola de humo, el jibarito, y más atrás
Adolfo Luque, Miguel Ángel, Marsans,
Y el Diamante Méndez, que no llegó a las Mayores porque era negro,
Y siempre el inmortal Martín Dihigo.
(Y también, claro, Amado Maestri, y tantos más…)
Inolvidables hermanos mayores: dondequiera que estén,
Hundidos en la tierra que ustedes midieron a batazos
En la Tropical o en el Almendares Park;
Bajo el polvo levantado al deslizarse en segunda,
Alimentando la hierba que se extiende en los jardines y es
surcada por los roletazos;
O felizmente vivos aún, mereciendo el gran sol de la una
y la lluvia que hacía interrumpir el juego
Y hoy acaso sigue cayendo sobre otras gorras:
dondequiera
Que estén, reciban los saludos
De estos jugadores en cuya ilusión vivieron ustedes
Antes ( y no menos profundamente)
Que Joyce, Mayacovski, Stravinski, Picasso o Klee,
Esos bateadores de 400.
Y ahora, pasen la bola.
Roberto Fernández Retamar
Fotografía | Tima Miroshnichenko