Amigos, cerveza y fútbol
El alcohol ha estado presente en el mundo del cine siempre, tanto de tema principal como de aderezo. En Otra ronda cuatro profesores de instituto con vidas monótonas deciden realizar un experimento sociológico en el que cada uno de ellos deberá mantener la misma tasa de alcohol en su cuerpo durante la vida diaria con el objetivo de demostrar que pueden mejorar en todos los aspectos cotidianos. Lo deliberan en la cena del cuarenta cumpleaños de uno de ellos basándose en la premisa del psiquiatra Finn Skårderud que había teorizado que tener un contenido de alcohol en sangre de 0.05 te hace más creativo y relajado en cualquier situación. A partir de ahí una historía que perfectamente podría suceder en la vida real y de la que cada uno puede sacar sus propias conclusiones. Una de las secuencias de la película dirigida por Thomas Vinterberg nos traslada a un campo de fútbol donde uno de los amigos, el profesor de educación física, se desempeña como entrenador de un equipo de muchachos. Tras uno de esos entrenamientos, cuando los chicos abandonan el verde, los cuatro protagonistas se quedan solos y comienzan a jugar al fútbol completamente borrachos en un momento que desprende la esencia de los colegas desinhibidos disfrutando del balón como si de niños se tratase, como esos que habían abandonado el modesto campo de juego un rato antes. Una escena que representa la facilidad de ser felices con muy poco a través de los amigos, unas cervezas y un balón. Quién ha jugado en un equipo con camaradas del balón y de vida sabe de lo que hablo y puede verse representado perfectamente en esta escena cargada de complicidad, algo que en el fútbol es esencial para armar un buen equipo. Quizás se podría hacer un paralelismo con el balompié de antes, más sencillo que el de ahora en el que todo parece que tiene que ser un negocio restando la esencia del deporte rey en innumerables ocasiones. Siempre nos quedará la simplicidad del fútbol con amigos, mi conclusión es que Otra ronda no trata sobre el alcohol sino que celebra la vida.
Magnífica reflexión Daniel Juárez!