El gladiador Samuel Eto’o
Alfredo Di Stéfano se describía a sí mismo como toro en su rodeo y torazo en rodeo ajeno. Hay grandes futbolistas, no muchos, que a lo largo de la historia cumplen esa máxima de qué hay que rendir tanto o más como visitantes que jugando en casa. A mí personalmente, siempre me ha gustado ese futbolista que es torazo en rodeo ajeno, que se crece ante los silbidos y demás muestras de repudio que el aficionado rival le pueda espetar. Ese futbolista que odias cuando está en el rival, pero que amas cuando viste tus colores. Al fin y al cabo, como dice Jerry Seinfeld, el aficionado apoya una camiseta, no quien va en ella, y quizá a ese al que odias, un día puedes decir que es uno di noi. Seguramente este sea un fenómeno que le haya sucedido a los fans del Atlético de Madrid cuando ficharon a Luis Suárez.
Muchas veces, hay algo de amor/odio en esa relación con el jugador rival. En el fondo, lo que duele es que no sea uno de los tuyos. También puede ocurrir a la inversa, y es que el comportamiento del futbolista sea distinto con respecto a esa afición porque en el fondo le gustaría ser vitoreado por ella.
Algo de esto reflejaba el caso de Samuel Eto’o, futbolista que el Madrid cedió a distintos clubes tras haberlo reclutado de su Camerún natal, explotando en el Mallorca. Eto’o acabaría convirtiéndose en una leyenda del máximo rival, el FC Barcelona, al no decidirse el club blanco por hacer hueco de extracomunitario al africano, al ya tener en sus filas a Samuel (el muro), Ronaldo y Roberto Carlos. Antes de ese verano de decisiones claramente erróneas al respecto por parte del Real Madrid, en mayo de 2004, Samu desafió al estadio blanco con su dedo apuntando a Florentino Pérez como Máximo Décimo Meridio apuntó a Marco Aurelio desde la arena del Coliseo romano. Su “ofrenda” a la grada blanca, un doblete que derrochaba contundencia. Primer gol, desmarque a la espalda de la defensa y picadura al palo contrario. El segundo, conduciendo el cuero desde el centro del campo y esquivando galácticos en el área, antes de cruzar el balón al palo derecho de Casillas. Dedo al palco y señalando al césped del Bernabéu. “Yo, aquí” decía el delantero africano, expresando su deseo a modo de desafío.
Fotografía | Europa Press