El amor a la pelota
Dicen que las ciudades las hacen las personas, que todos los sentimientos que te pueden recordar esos edificios, esas catedrales, esas calles… vienen dadas por las personas que te acompañaron. Soy consciente de que ella me ha dado demasiadas cosas bonitas, demasiados momentos y demasiada gente. Gente lo suficientemente increíble como para dejar huella en mí. También me enseñó a saltar baches y esquivar personas que no merecían la más mínima atención. En ella vivir el amor en todas las formas que puede adoptar, los pasajeros, los amores a ciegas, los de una noche, los amores a distancia, los que me han hecho daño, los intensos y los que han quedado marcados de por vida. Ella me ha enseñado el verdadero significado de la amistad, me ha enseñado a crear una familia allí donde no la tienes, lejos de la tuya, una familia que esta vez tú eliges. Me ha enseñado a dejar gente en el camino, a cambiar de rumbo, a dar tumbos, a lanzarme a la piscina sin mirar si había apenas una gota de agua, pero sobretodo a despedirme, constantemente… Ella me ha enseñado lo que es luchar desde la soledad por lo que realmente deseas, por tus sueños, a tirar del carro incluso cuando todo el mundo lo da por perdido, incluso cuando parecía imposible. Me ha visto crecer, ha ejercido de madre en poco tiempo, me ha educado, cuidado, me ha visto llorar por ella y en ella. He tratado de esconder lagrimas en trenes pasajeros que me conducían una y otra vez a ese lugar, me ha acunado mientras echaba de menos, siempre. Ella me ha abierto una etapa y me ha dado paso a cerrar otra, a despedirme (otra vez) de ella, susurrándome bajito “estas preparada, lánzate, hazlo y sobre todo no dudes”. Y yo… mientras tanto he querido despedirme de ella con tanta facilidad que no soy consciente de lo mucho que voy a echar de menos a mi ciudad de acogida, mi madre adoptiva, con lo que todo conlleva y la gente que se queda. De lo que si hay que estar seguro es que el día de mañana pasare(mos) por allí a visitarla, como quien visita a su abuela los domingos, solo para que me haga un guiño, me recuerde, me acoja por un día y me permita recordar como si de un antiguo álbum de fotos se tratase.